La crisis climática está tomando forma de catástrofe lenta pero devastadora. Según un nuevo informe publicado por el Centro Nacional de Mitigación de Sequías de EE. UU. (NMDC), en colaboración con la ONU y otras entidades, la sequía ha empujado a más de 90 millones de personas a padecer hambre extrema, principalmente en África oriental y meridional. Esta situación, lejos de ser episódica, es resultado de años de degradación ambiental y falta de gestión eficaz del agua.
El informe subraya que estamos ante una emergencia humanitaria de escala global, con consecuencias de la sequía que van desde la pérdida de cosechas y la muerte de ganado hasta desplazamientos masivos. Somalia, Zimbabue y otras naciones africanas presentan escenarios alarmantes, pero la amenaza se extiende por el Mediterráneo, América Latina y Asia. La falta de agua dulce, la sobreexplotación de acuíferos y la creciente desertificación perfilan un futuro inseguro para la producción alimentaria mundial.
Una catástrofe climática en cámara lenta
El informe advierte que las consecuencias de la sequía se han intensificado año tras año, afectando con severidad el acceso a alimentos, agua y energía. En África oriental y meridional, la sequía ha provocado pérdidas masivas en las cosechas y matado decenas de miles de cabezas de ganado. En Somalia, uno de cada cuatro habitantes está al borde de la inanición, y más de un millón han sido desplazados.
Zimbabue es otro caso ilustrativo: la producción de maíz se redujo un 70 % y murieron 9,000 animales por la escasez de agua. En general, una sexta parte del sur de África ya necesitaba ayuda alimentaria en agosto pasado. Estas cifras no solo reflejan el presente, sino que anuncian un porvenir aún más sombrío si no se actúa de manera global y urgente.
Mark Svoboda, del NMDC, declaró que no estamos frente a una sequía común, sino ante una catástrofe climática sin precedentes:
“Esto no es una sequía. Es una catástrofe global de lenta evolución, la peor que he visto”.

Esta situación, producto de décadas de mala gestión y agravada por el cambio climático, pone en jaque el bienestar de millones. Las consecuencias de la sequía no son ya una amenaza futura: son una emergencia del presente.
Además, el fenómeno de El Niño en los últimos dos años exacerbó las condiciones climáticas extremas, acentuando las temperaturas y reduciendo las lluvias. El resultado ha sido una serie de impactos en cadena: escasez de agua potable, crisis alimentarias localizadas, racionamientos energéticos y una creciente presión sobre los sistemas sociales y económicos.
Naciones más afectadas por la sequía extrema
África se encuentra en el epicentro de esta crisis. Somalia, Zimbabue y países del sur y este africano están viviendo los efectos más agudos. El informe destaca que más de 90 millones de personas de estas regiones enfrentan inseguridad alimentaria severa debido a las condiciones de sequía extrema que han empeorado año tras año.
En América Latina, la situación no es menos preocupante. La reducción del nivel de agua en el Canal de Panamá ha afectado gravemente al transporte marítimo y, con ello, al comercio internacional. Entre octubre de 2023 y enero de 2024, el tránsito se redujo en más de un tercio, incrementando los costos y afectando las cadenas de suministro globales.

El Mediterráneo también sufre las consecuencias de la sequía de forma alarmante. Marruecos ha tenido seis años seguidos de déficit hídrico, mientras que en España, la producción de aceitunas cayó 50 %, duplicando el precio del aceite de oliva. Turquía enfrenta desertificación en el 88 % de su territorio, con acuíferos agotados y aparición de sumideros.
En Asia, India y Tailandia han sido golpeadas por la escasez de lluvias, lo que elevó los precios del azúcar en EE. UU. un 9 %. La sequía ya no distingue regiones ni niveles de ingreso. Como advierte el informe, ninguna economía está exenta de sufrir los efectos de un fenómeno que trastoca los sistemas productivos, sociales y ecológicos.
Impactos económicos y en seguridad alimentaria
Las consecuencias de la sequía no se limitan a lo ambiental o humanitario. Las interrupciones en la producción de cultivos como el arroz, el café y el azúcar, mencionadas en el informe, han generado alzas de precios y tensión en las cadenas de suministro globales. Esto afecta tanto a las economías agrícolas como a los consumidores finales.
El racionamiento energético es otro efecto colateral. Al depender del agua para la producción hidroeléctrica, varios países han tenido que aplicar restricciones que afectan tanto a hogares como a industrias. Esto agrava la presión sobre sistemas económicos ya debilitados por la inflación y los conflictos geopolíticos.

Se proyecta que una sequía promedio en 2035 costará al menos un 35 % más que en la actualidad, según datos de la OCDE. Estos impactos económicos deben ser parte de la planificación a largo plazo, ya que las pérdidas actuales son solo una fracción de los costos que podrían materializarse en las próximas décadas si no se toman acciones correctivas inmediatas.
Agua dulce, un recurso cada vez más escaso
La crisis hídrica está estrechamente ligada a las consecuencias de la sequía. La demanda mundial de agua dulce superará la oferta en un 40 % para finales de esta década. Esto no solo amenaza la seguridad alimentaria, sino también la estabilidad social, especialmente en regiones donde el acceso al agua ya es limitado.
Más de la mitad de la producción mundial de alimentos está en riesgo debido al deterioro de los recursos hídricos. La sobreexplotación de acuíferos, la contaminación del agua y los patrones erráticos de lluvias están afectando la capacidad del planeta para sostener a una población en crecimiento. Esto requiere no solo soluciones tecnológicas, sino también una cooperación política global.
Además, el derretimiento acelerado de los glaciares amenaza el suministro de agua para 2,000 millones de personas. Esta pérdida sin precedentes no solo pone en peligro la agricultura, sino también la disponibilidad de agua potable para vastas regiones de Asia y América del Sur, aumentando el riesgo de conflictos por el acceso a este recurso vital.

Urge cooperación global para enfrentar la sequía
Los expertos coinciden: no se trata de fenómenos aislados, sino de una nueva normalidad. Ibrahim Thiaw, de la ONU, alertó que la sequía es un “asesino silencioso” y es la realidad que ya viven millones:
“La sequía es un asesino silencioso . Se infiltra, agota los recursos y devasta vidas a cámara lenta. Sus cicatrices son profundas. La sequía ya no es una amenaza lejana. Está aquí, se intensifica y exige una cooperación mundial urgente. Cuando la energía, los alimentos y el agua se agotan a la vez, las sociedades empiezan a desmoronarse. Esa es la nueva normalidad para la que debemos estar preparados”.
Frente a este panorama, la cooperación internacional es más urgente que nunca. Se necesitan estrategias conjuntas para restaurar ecosistemas, mejorar la gestión del agua y anticiparse a futuras crisis. La respuesta debe ser multidimensional: técnica, financiera y política. La indiferencia solo amplificará las consecuencias de la sequía en los años venideros.
Además de mitigar, es imperativo adaptarse. Las políticas públicas deben considerar escenarios de escasez hídrica crónica y promover modelos agrícolas sostenibles. Invertir hoy en resiliencia climática no es solo una cuestión ética, sino también económica y estratégica. El costo de la inacción será inmensurable.

Una emergencia que exige respuestas inmediatas
La información revelada en el informe confirma que estamos ante una crisis de múltiples capas que compromete la seguridad alimentaria, la disponibilidad de agua y la estabilidad económica. Las consecuencias de la sequía se hacen sentir en todos los continentes, alterando vidas y poniendo a prueba la capacidad de respuesta de gobiernos e instituciones. Es momento de abandonar la idea de que esta es una amenaza futura: es una realidad presente.
Si la comunidad internacional no actúa con urgencia y coordinación, esta crisis continuará creciendo, sumiendo a millones más en el hambre y la pobreza. Las sequías no pueden seguir siendo vistas como eventos excepcionales. Son parte del nuevo clima del planeta y deben enfrentarse con estrategias sólidas, inversión en infraestructura hídrica y un compromiso real con la sostenibilidad. El futuro de la humanidad depende, literalmente, de nuestra capacidad de adaptarnos.
Consultado en: https://www.expoknews.com/90-millones-padecen-hambre-a-causa-de-sequias/ Fecha de consulta: 15/07/2025