El auge de la inteligencia artificial (IA) está transformando rápidamente nuestra vida cotidiana, desde cómo trabajamos hasta cómo nos entretenemos. De acuerdo con un artículo de The Washington Post, este fenómeno representa tanto una oportunidad como un desafío. Más allá del entusiasmo por su eficiencia y versatilidad, la IA también plantea interrogantes éticos y ambientales que no pueden ser ignorados.
Si te preocupan el medio ambiente y el impacto sistémico de las tecnologías, quizás te has preguntado: ¿debería limitar mi uso de modelos como ChatGPT? ¿Es sustentable emplearlos todos los días? La respuesta no es un sí o no rotundo. Como ocurre con muchas herramientas, el impacto depende del uso. De ahí la urgencia de aprender a usar la IA de forma responsable, entendiendo sus costos ocultos y sus posibles beneficios netos en contextos específicos.
Guía para usar la IA de forma responsable
El costo invisible de cada consulta: ¿cuánta energía usa la IA?
La IA no es magia. Cada vez que le haces una pregunta a un modelo como ChatGPT, hay una serie de procesos físicos ocurriendo en algún centro de datos del mundo. Según estimaciones recientes, una sola pregunta de texto tiene un costo de carbono equivalente a una ínfima fracción de la huella anual de un estadounidense (0.0000001%). Sin embargo, este impacto se multiplica cuando consideramos a los millones de personas que usan la tecnología simultáneamente.
Los centros de datos que alojan estos modelos requieren cantidades colosales de electricidad, muchas veces comparables al consumo de ciudades enteras. Ante esta demanda, algunas compañías eléctricas han decidido prolongar la vida útil de plantas de carbón o construir nuevas instalaciones de gas natural, lo cual contradice los esfuerzos globales por avanzar hacia la descarbonización.

Además del CO₂, la IA también consume otro recurso vital: agua dulce. Para mantener fríos los servidores que procesan las consultas, se requiere enfriamiento líquido. Generar apenas 100 palabras de texto puede consumir el equivalente a una botella de agua. En ese sentido, usar la IA de forma responsable implica también tener presente que no solo contaminamos al hacer una consulta innecesaria, sino que contribuimos a una presión adicional sobre los recursos hídricos del planeta.
¿Cuándo usar (y cuándo evitar) la IA?
No todas las preguntas merecen ser dirigidas a un chatbot. Según Gudrun Socher, profesora de informática en Múnich, si solo necesitas conocer el horario de una tienda o buscar un dato específico, es más eficiente hacerlo mediante un motor de búsqueda tradicional. En términos energéticos, una búsqueda en Google consume unas diez veces menos que una consulta a ChatGPT.
De hecho, si quieres evitar que las plataformas te muestren respuestas generadas por IA, puedes aplicar trucos sencillos como escribir “-ai” al final de tus consultas o usar la pestaña “Web” en lugar de “Todo” en Google. Motores como DuckDuckGo incluso permiten desactivar las respuestas de IA por completo.
En cambio, cuando se trata de tareas más complejas —como redactar un texto largo, resumir un informe o traducir con matices—, la IA puede ser una aliada valiosa. Usar la IA de forma responsable significa, entonces, evaluar la complejidad de la tarea y considerar si el beneficio justifica el consumo energético que implica.

¿Puede la IA contaminar menos que nosotros?
Sorprendentemente, en algunos casos sí. Una persona que pasa horas frente a la computadora redactando un documento, editando un video o creando una imagen digital también está consumiendo electricidad —y en algunos casos, más que la que usaría un modelo de IA para generar ese mismo contenido en segundos.
Bill Tomlinson, investigador de la Universidad de California, sostiene que la verdadera pregunta no es si la IA contamina, sino qué actividad está reemplazando. Si sustituimos una tarea que normalmente haríamos en una laptop durante varias horas, por una ejecución breve mediante IA, podríamos incluso estar reduciendo nuestra huella de carbono.
Sin embargo, esto no debe ser un incentivo para usar IA de manera automática o sin criterio. Existen muchas razones válidas para preferir una creación humana: calidad, precisión, derechos de autor, desarrollo de habilidades, etc. La clave está en balancear eficiencia energética con otros factores de valor. Usar la IA de forma responsable no implica abdicar de nuestras capacidades, sino reservar su uso para cuando tenga sentido ambiental, profesional y ético.
El modelo sí importa: ¿cuál IA es más sustentable?
Otra forma de reducir el impacto es elegir adecuadamente el modelo que utilizamos. No todos los modelos de IA consumen la misma cantidad de energía. Los más grandes, como GPT-4.5, ofrecen mayor precisión, pero también demandan mucho más poder computacional. En cambio, los modelos más ligeros, como o4-mini, pueden resolver tareas básicas de forma más eficiente.
Una investigación liderada por Socher comparó 14 modelos distintos respondiendo 1,000 preguntas. Los modelos más grandes obtuvieron mejores resultados en temas complejos como derecho internacional o álgebra, pero su consumo energético fue proporcionalmente mayor.
Si solo necesitas revisar una tarea o redactar un correo, no hay razón para usar un modelo avanzado. Es como sacar una locomotora para mover una bicicleta. Usar la IA de forma responsable también significa elegir la herramienta correcta para cada situación, priorizando el menor consumo cuando la tarea lo permite.

Hábitos sostenibles al interactuar con IA
Más allá del modelo, el estilo con el que interactuamos también influye en el consumo energético. Cada palabra adicional que escribimos o pedimos genera más procesos computacionales. Ser breve y preciso es una forma sencilla de reducir el impacto.
No es necesario escribir como si estuviéramos hablando con una persona sensible. “No hace falta decir ‘por favor’ ni ‘gracias’. No les importa”, comenta Vijay Gadepally, del MIT. Usar un lenguaje directo y conciso es más sustentable y no afecta la calidad de la respuesta.
Además, podemos limitar el número de iteraciones innecesarias. Pedir diez versiones del mismo texto, solo para entretenernos o experimentar sin propósito, también contribuye a un uso innecesario de recursos. Usar la IA de forma responsable significa también aprender a plantear mejores preguntas desde el inicio.

¿Y qué pasa con la IA que no vemos?
Un punto clave que a menudo se pasa por alto es que usamos IA sin darnos cuenta. Cuando un algoritmo selecciona lo que vemos en redes sociales, recomienda una canción o clasifica nuestros correos electrónicos, estamos interactuando con IA. Este uso pasivo representa una gran parte de nuestra huella digital y, por lo tanto, ambiental.
En estos casos, la responsabilidad recae más en las empresas tecnológicas que en los usuarios. Son ellas quienes deben desarrollar modelos energéticamente eficientes, transparentes y auditablemente sostenibles. Aun así, como consumidores, podemos adoptar una postura crítica, informarnos, y preferir plataformas más responsables.
Reducir el tiempo en plataformas que automatizan decisiones o minimizar el consumo de contenido por algoritmo puede ser una forma de disminuir nuestra exposición —y por ende, nuestra participación en su huella ecológica. Usar la IA de forma responsable también implica comprender estos mecanismos invisibles y hacer ajustes en nuestro comportamiento digital.

Usar la IA sin perder el sentido crítico
La inteligencia artificial es una herramienta poderosa, pero no neutra. Tiene un impacto ambiental real, aunque muchas veces imperceptible, y como ocurre con otras tecnologías, el problema no es su existencia, sino su uso desmedido, irreflexivo o innecesario.
Para quienes trabajamos en responsabilidad social, es crucial entender que usar la IA de forma responsable no se reduce a apagarla o evitarla, sino a integrarla con criterio, conciencia y coherencia con los valores que promovemos. Desde elegir modelos más eficientes hasta cambiar nuestros hábitos de interacción y presionar por transparencia en su desarrollo, hay muchas maneras de ejercer liderazgo ético en este ámbito.
Porque si algo nos ha enseñado la sostenibilidad es que el futuro no depende de rechazar la innovación, sino de moldearla con propósito. Y ese propósito, hoy más que nunca, debe ser el cuidado de nuestro entorno y la integridad de nuestras decisiones.
Consultado en: https://www.expoknews.com/guia-para-usar-la-ia-de-forma-responsable/ Fecha de consulta: 11/07/2025