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Bogotá, Colombia - América

Muere el Papa Francisco, padre del Pacto Educativo Global

Muere el Papa Francisco, padre del Pacto Educativo Global

Por José Luis Fernández

En un mundo sacudido por crisis sociales, guerras, desigualdades educativas y una creciente fragmentación cultural, el Papa Francisco, quien falleció este lunes a los 88 años de edad, lanzó en su día una propuesta audaz: reconstruir la educación mundial desde una visión humanista, inclusiva y solidaria. Lejos de ser un gesto simbólico o meramente doctrinal, su llamamiento al Pacto Educativo Global apunta a un cambio profundo en el ámbito de la educación.

El Pacto Educativo Global es una iniciativa lanzada por el Papa Francisco en septiembre de 2019 y relanzada oficialmente el 15 de octubre de 2020, en plena pandemia, a través de un video mensaje a líderes de todo el mundo. Su objetivo es «reconstruir el pacto educativo global» que ha sido «roto» por las desigualdades, el individualismo, la violencia y el vacío de sentido en la educación moderna.

Se trata de un llamamiento universal a gobiernos, educadores, universidades, instituciones religiosas, científicos, jóvenes, líderes sociales y culturales, para unirse en un compromiso común que transforme la educación y la convierta en herramienta de paz, justicia y fraternidad.

La propuesta no surgía en el vacío. Francisco ha sido constante en su crítica a una educación “fragmentada”, “elitista” o que responde solo a intereses económicos. En sus propias palabras, «la educación se enfrenta a lo que he llamado una catástrofe educativa. Se ha roto el pacto educativo entre las generaciones, entre los educadores, la familia, la sociedad y el Estado.»

Esta crisis se ha visto agravada por la pandemia de COVID-19, que dejó sin clases presenciales a más de 1.500 millones de estudiantes en todo el mundo. Pero más allá del virus, el Pontífice apuntaba a una crisis más honda: la desconexión entre conocimiento y valores humanos.

Los siete compromisos del Pacto

Francisco proponía siete líneas de acción que sirven de columna vertebral del pacto. En primer lugar, colocar a la persona en el centro de todo proceso educativo, y luego, casi que por orden de importancia, escuchar a las nuevas generaciones, para construir juntos un futuro de esperanza; promover la participación de la mujer, garantizando su pleno acceso a la educación y a la vida pública; responsabilizar a la familia como primera e indispensable educadora; abrir la educación a la acogida del diferente y del más vulnerable; comprometerse con la educación ecológica integral, promoviendo la sostenibilidad y el cuidado del planeta, y encontrar nuevas formas de entender la economía, la política y el progreso humano, con una visión solidaria y pacífica.

La llamada del Papa no se limita al mundo católico. Uno de los puntos más innovadores es su apertura interreligiosa, intercultural y laica. El Vaticano convocó a universidades públicas, organizaciones internacionales como la ONU y la UNESCO, científicos y pedagogos de distintas tradiciones, en un diálogo sin exclusiones. «Hay necesidad de unirse en un esfuerzo común para formar personas maduras, capaces de vivir en sociedad y para la sociedad», formuló. Este enfoque transversal convierte al pacto en un movimiento global, no una doctrina cerrada, según el espíritu que impulsó el propio Sumo Pontífice.

Desde su lanzamiento, el Pacto comenzó a ser implementado en diversas regiones. Algunas de las primeras instituciones que respondieron fueron la UNESCO, que apoya los objetivos del pacto como parte de su Agenda 2030; universidades como la Pontificia Universidad Lateranense y la Universidad de Notre Dame, que han desarrollado cátedras sobre el pacto; redes educativas católicas en América Latina, como Fe y Alegría, que han reformulado sus programas bajo los principios del pacto, e incluso, líderes musulmanes, judíos y budistas, quienes han mostrado su apoyo en foros internacionales.

El papel de América Latina

En el contexto latinoamericano, el pacto adquiere un carácter particularmente urgente. Con altos niveles de desigualdad educativa, deserción escolar, pobreza infantil y exclusión de pueblos indígenas, la región necesita una revolución educativa que no sea solo pedagógica, sino también ética y comunitaria.

En países como Colombia, México, Brasil y Argentina, algunas diócesis y redes escolares han comenzado procesos de formación docente con enfoque en los valores del pacto. El objetivo es transformar no solo las aulas, sino también las comunidades.

Porque Francisco, primer papa latinoamericano, no veía la educación como una técnica ni como un simple proceso académico. Para él, educar es «un acto de esperanza», «un acto de amor». Tiene una visión holística donde se forman no solo mentes, sino corazones y conciencias. Citaba frecuentemente un proverbio africano: “Para educar a un niño hace falta toda la aldea”. De allí que proponga una «aldea educativa mundial», donde todos, familias, escuelas, religiones, Estados, medios de comunicación, sean responsables.

Aunque la propuesta fue bien recibida en amplios sectores, también fue objeto de críticas. Algunos sectores conservadores la consideran «demasiado abierta» y temen que diluya valores cristianos tradicionales. Otros, desde posiciones laicas o escépticas, la ven como una intromisión de la Iglesia en temas estatales.

Además, existen desafíos concretos, del tipo ¿cómo se implementa un pacto global en sistemas educativos tan diversos? ¿Cómo se supera la brecha digital y material en países empobrecidos? o ¿Cómo se hace partícipe a los jóvenes, sin convertirlos solo en receptores?

Desde el primer momento, Francisco no buscaba resultados inmediatos. Sabía que estaba sembrando una semilla cuyos frutos podrán verse en décadas. Su apuesta era y es profunda: reconstruir el tejido humano desde la raíz, que es la educación. Como él mismo dijo en el video de lanzamiento: «Educar es siempre un acto de esperanza. Es apostar por el futuro frente a la desesperación. Es construir, sembrar, dialogar, acompañar. Es formar seres humanos libres, responsables y fraternos.»

Un defensor de la inclusión y la solidaridad

Francisco fue un incansable defensor de la inclusión. Luchó contra la “cultura del descarte” y exigió que la educación llegara a los más vulnerables, abriendo caminos para la integración de migrantes, refugiados y personas con discapacidad. Apoyó iniciativas como “Scholas Occurrentes”, red global que promueve el diálogo intercultural y la innovación educativa.

Para el Papa, educar era mucho más que instruir: era formar corazones y conciencias capaces de transformar la realidad. “La educación es un acto de amor”, repetía, convencido de que el aprendizaje debía abrazar la dimensión intelectual, ética, espiritual y social de cada persona.

La universidad y la escuela, laboratorios de fraternidad

Bajo su pontificado, la educación católica fue llamada a ser “el alma del mundo global”, abriendo sus puertas a la diversidad y comprometiéndose con los desafíos contemporáneos. Francisco soñó con universidades y escuelas que fueran laboratorios de fraternidad, creatividad y diálogo, al servicio de la dignidad humana y el cuidado del planeta.

Hoy, al despedir a Francisco, el mundo educativo católico, la red educativa más grande del mundo, reconoce en él a un líder que supo ver en la educación la llave para un futuro más justo y fraterno. Su voz seguirá resonando en cada aula, en cada maestro y en cada joven que, armado de esperanza, se atreva a soñar y construir un mundo mejor.

“Educar es sembrar esperanza. Educar es construir paz. Educar es, sobre todo, amar.”
— Papa Francisco

Consultado en: https://exitoeducativo.net/muere-el-papa-francisco-padre-del-pacto-educativo-global/ Fecha de consulta: 21/04/2025

 

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