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Bogotá, Colombia - América

Palabras del P. Jose Leonardo Rincón Contreras, S.J. Exsecretario general de la CIEC 2011-2014 En el acto de celebración de los 80 años de fundación de la CIEC

Palabras del P. Jose leonardo rincon contreras, S.J. Exsecretario general de la CIEC 2011-2014 En el acto de celebración de los 80 años de Fundación de la CIEC

Te agradezco Oscar este deferente gesto para conmigo que lo entiendo en el marco de que el responsable de que estés ahora allí soy yo quien te invité a hacer parte de equipo hace poco más de 10 años.

Cuánta alegría produce volver a ver caras amigas con quienes hemos compartido tantos bellos y también muchos nada fáciles momentos en esta apasionante misión de ser educadores a ejemplo del Maestro.

Me pides evocar el hito fundacional de la CIEC, nacida aquí mismo en Bogotá con ocasión del Primer Congreso Interamericano de Educación Católica, celebrado entre el 1 y el 10 de junio de 1945, en el teatro Colón, como pude constatar esta mañana en los archivos de la Compañía de Jesús, donde se custodia celosamente el libro de las memorias de todo el evento: desde su convocatoria, pasando por la relación detallada de todas las delegaciones nacionales y el numeroso grupo de representantes locales también de todas las latitudes patrias.  Emocionante ver el listado completo de los asistentes, las actas de cada uno de los días, conferencias, mociones y los 26 acuerdos finales, entre los cuales, el primero se refiere a la creación de la Confederación Interamericana de Educación Católica que se suscribe el día 9 de junio por Mons. Ismael Perdomo, presidente del Congreso y el P. Aurelio Espinosa Plit, S.J., secretario del mismo.

En efecto, el evento fundacional hace parte del elenco de esos grandes acontecimientos que se van tejiendo en la historia de la humanidad pues bajo las mismas coordenadas espacio-temporales hacen confluir figuras genialmente genuinas, hombres fuera de serie, visionarios que se adelantaron en el tiempo, quijotes soñadores que lograron hacer realidad sus ideales. Me conmovió ver los nombres de obispos, sacerdotes y laicos muy reconocidos.

Entre ellos, destaco a los dos artífices que hicieron posible nuestra existencia, hombres particularmente espectaculares que resultan ser nuestros fundadores:

  • Monseñor Ismael Perdomo Borrero, entonces arzobispo de Bogotá, hoy en proceso de ser llevado a los altares, gran impulsor de la educación católica y anfitrión del Congreso fundacional. Su respaldo fue decisivo para convocar a las delegaciones invitadas de todo el continente americano y el
  • Padre Jesús María Fernández González, de la Compañía de Jesús, organizador principal del Congreso y primer secretario general de la CIEC, cuyo liderazgo intelectual, pastoral y organizativo fue fundamental para dar forma a la Confederación. Entre paréntesis, los jesuitas colombianos lo tenemos en alta estima pues fue el fundador de nuestra provincia y primer provincial al regreso de nuestra última expulsión, restaurador y rector de la Universidad Javeriana y como buen antioqueño, hombre de gran empuje y tesón.

Socios de la misma causa habían fundado también a CONACED, la hoy Confederación Nacional Católica de Educación, siete años antes, en 1938. Hombres de mente abierta, corazón grande y coraje incomparable sortearon en sus vidas muchos retos y también múltiples incomprensiones.

Embarcarse en el propósito de fundar este organismo debía de contar con el respaldo oficial de la Conferencia Episcopal de Colombia, promotora del Congreso, que respondía así a la invitación eclesial a crear a nivel regional y continental entes de coordinación educativa. Igualmente, de instituciones locales que apoyaran la organización y desarrollo de un evento de tal envergadura, llamado al que respondieron generosamente la Pontificia Universidad Javeriana y la Confederación Nacional de Colegios Católicos de Colombia, hoy CONACED.

A ese Congreso fundacional aceptaron venir 163 personas en las delegaciones de los 22 países del continente: desde Canadá hasta el cono sur, incluyendo al menos cuatro del caribe. Todos firmaron el acta de constitución y se comprometieron a consolidar una red continental de educación católica, entidad que se llamaría en adelante CIEC y cuya sede central quedaría en el centro histórico de Bogotá (en la calle 13 No. 5-64), donde se constituiría como una organización de derecho civil, dotada de personería jurídica propia para operar institucionalmente al servicio de la Escuela Católica del continente.

Recordar nuestros orígenes esta noche, es hacer consciente la magnitud de la obra apostólica de la que hacemos parte y somos sus protagonistas, continuadores de esa impetuosa gesta, corresponsables de evangelizar el entorno educativo que nos han confiado de modo que deje huella y ayude a transformar nuestra sociedad.  Amigos y amigas, sigamos escribiendo con carisma y tesón la historia de la CIEC.

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