Oscar A. Pérez Sayago
Secretario General
Confederación Interamericana de Educación Católica
1. Una inteligencia artificial al servicio de la formación integral
La escuela católica está comprometida con una pedagogía que forme personas en todas sus dimensiones: intelectual, emocional, corporal, sexual, social, ética, espiritual, comunicativa, tecnológica y ecológica. Esta visión integral responde al deseo de educar no solo para el saber, sino para el ser, convivir, cuidar y trascender. En este marco, la inteligencia artificial debe ser integrada como una herramienta educativa que enriquezca este proceso sin sustituir la centralidad del vínculo humano.
Cuando se emplea con propósito pedagógico, la IA permite personalizar el aprendizaje, responder con mayor eficacia a la diversidad en el aula y mejorar los procesos de evaluación y retroalimentación. Su potencial es real, siempre que esté orientado a fortalecer el rol del educador como mediador, guía y testigo de sentido.
Además, incorporar la IA en la escuela católica implica formar una conciencia ecológica crítica, que interrogue los impactos ambientales del mundo digital: el consumo energético, la obsolescencia programada, la contaminación electrónica. Educar integralmente hoy exige educar para la ecología integral, como lo propuso el Papa Francisco, promoviendo una cultura del cuidado en todos los niveles: de uno mismo, de los otros, y de la casa común.
Así, la IA se convierte en un instrumento al servicio de la dignidad humana, la justicia social y el cuidado del planeta, cuando es integrada desde una pedagogía humanizadora y evangelizadora.
2. Tecnología con propósito para aprendizajes significativos y transformadores
El uso pedagógico de la tecnología y la IA no debe responder a la moda ni a la presión del mercado, sino a una intención educativa clara: generar aprendizajes con sentido que transformen la vida de los estudiantes y su entorno. En la escuela católica, esto se traduce en una educación que une saberes, valores y compromiso social, utilizando la tecnología como medio, no como fin.
La innovación pedagógica cobra fuerza cuando se vincula con metodologías activas como el aprendizaje basado en proyectos, el aprendizaje-servicio, la gamificación crítica o el pensamiento de diseño, que sitúan al estudiante como protagonista. En estos contextos, la tecnología potencia la exploración, la colaboración, la creatividad y la capacidad de generar soluciones para el bien común.
Usar tecnología con sentido en la escuela católica significa formar estudiantes que no solo “saben hacer”, sino que entienden por qué lo hacen, para quién lo hacen y con qué impacto ético y social. Una pedagogía transformadora es aquella que une conocimiento con compasión, habilidades con conciencia, innovación con justicia.
En definitiva, la tecnología cobra valor cuando contribuye a construir comunidades de aprendizaje comprometidas con la verdad, la solidaridad y la esperanza, en coherencia con el Evangelio
3. Formar para el discernimiento digital en un mundo automatizado
En un mundo marcado por algoritmos, hiperconexión e inteligencia artificial, no basta con enseñar habilidades digitales: es urgente formar en el discernimiento. Esto implica ayudar a los estudiantes a comprender críticamente el funcionamiento del entorno digital, sus oportunidades, sus riesgos y su impacto en la vida personal y social.
La escuela católica debe ser un espacio donde se cultive el pensamiento crítico, la autonomía intelectual y el juicio ético en el uso de la tecnología. No se trata solo de aprender a usar plataformas, sino de desarrollar la capacidad de preguntarse: ¿quién decide lo que veo?, ¿qué datos entrego?, ¿qué consecuencias tiene lo que publico?, ¿cómo influyen los algoritmos en mis decisiones?
El discernimiento digital es una competencia pedagógica clave, que permite a los estudiantes detectar sesgos, identificar manipulaciones, proteger su privacidad, y ejercer su libertad con responsabilidad. Esto se logra desde una pedagogía que favorezca la reflexión, el diálogo, la interioridad y la toma de decisiones con sentido.
La escuela católica debe formar ciudadanos digitales capaces de usar la tecnología para el encuentro, la verdad, la justicia y el bien común. Esto requiere una propuesta educativa que combine alfabetización digital, formación ética y una espiritualidad del cuidado también en los entornos virtuales. Educar para el discernimiento digital es educar para la libertad.