Oscar A. Pérez Sayago
Secretario General
Confederación Interamericana de Educación Católica
1. Mostrar con orgullo lo que somos
El marketing en clave de escuela católica comienza por hacer visible nuestra identidad con autenticidad y alegría. No se trata de ocultar lo que nos define, sino de expresar con claridad qué valores nos sostienen, cuál es nuestra misión y cómo educamos desde el Evangelio.
Cada mensaje, imagen, testimonio o espacio debe reflejar una escuela que forma personas íntegras, con fe, compromiso social y amor por la vida. Mostrar lo que somos no es un acto de vanidad, sino de coherencia misionera: decirle al mundo con claridad y entusiasmo por qué nuestra propuesta educativa vale la pena.
2. Conectar desde las historias que inspiran
Más que convencer, el marketing católico debe conmover y vincular. Y eso se logra contando historias reales: un niño que encuentra sentido en su aprendizaje, una comunidad que se une por una causa solidaria, una docente que acompaña con ternura y firmeza.
Estas vivencias hablan por sí solas del valor de nuestra escuela. Comunicar lo que vivimos con una mirada educativa y pastoral significa dar testimonio de una escuela que transforma desde el corazón, que educa para la vida, y que invita a ser parte de una experiencia que deja huella.
3.Hacer de las familias nuestras mejores aliadas
En la escuela católica, las familias no son solo receptoras del mensaje: son protagonistas de la misión. Involucrarlas en el marketing educativo significa abrir espacios para que compartan su experiencia, participen activamente y se conviertan en embajadoras del proyecto.
Una madre agradecida, un padre entusiasmado, una familia comprometida tienen un poder testimonial inmenso. Cuando se sienten escuchadas, acogidas y valoradas, las familias promueven con convicción aquello en lo que creen: una escuela que educa con sentido, que acompaña con fe y que construye comunidad.